…y reconozco que la culpa hubiera sido completamente mía, por borrego.
Porque todos somos borregos. Forma parte de nuestro instinto primario seguir al líder y hacer lo que hacen los demás. En circunstancias normales esto salva vidas, por eso lo tenemos arraigado en nuestra psique, porque en algún momento de nuestra etapa evolutiva hemos sido seleccionados por ello.
Pero anoche el borreguismo mató a 12 personas y dejó otros tantos heridos. Arrollados por un tren. Sucedió en Castelldefels, a menos de medio kilómetro de donde yo solía pasar todos los veranos de mi infancia y juventud, a escasos 500 metros de donde mis padres estaban anoche celebrando la verbena de San Juan. De pequeño crucé esas vías innumerables veces, no por borrego, sino por ser, simplemente, niño. Al otro lado de esas vías había un bosque. Detrás del bosque la carretera que llevaba a Sitges, y atravesando la carretera, un campamento gitano. Creca del campamento, y subiendo a una colina, el Hotel Rey Don Jaime, donde se casaron mi hermana y mi prima. Atravesar las vías era el primer paso hacia un día lleno de aventuras. Hoy donde el bosque hay una autopista y donde el campamento gitano, varios bloques residenciales, cosas de la modernidad que hacen menos accesible, y más peligroso, ese desconocido mundo de aventuras. Por cierto, por donde yo atravesaba las vías ya no se puede: está bien vallado desde que pasan por allí los Euromed.
Pero en la estación sigue siendo más fácil atravesar las vías que subir y bajar el puente (o que bajar y subir el paso subterráneo, ese que dicen que está allí desde hace un año y que yo aún no conozco), y la fatalidad hace que coincidan decenas de personas que llegan de Barcelona a celebrar la verbena en la playa, que el andén en dirección sur esté al otro lado de las vías (mira, esto en Inglaterra no habría pasado), y que justo a esa hora pase el Euromed desde Valencia.
No hay duda; la culpa es de los imprudentes que pasaron. Pero uno tiembla cuando piensa que, dadas las circunstancias, es extraño que no hubiera pasado antes, y, segundo, que no hubiera sido tan difícil tomar medidas para evitarlo. Claro, a posteriori, lo reconozco, hablar así es muy fácil.
Lo dicho: yo hubiera sido uno de ellos.