No son sobresueldos, son sobornos.
No es un dinero sobrante, que por no declararlo se reparte en metálico en sobres y todos contentos. Es dinero que no se puede declarar ni poner en una contabilidad oficial porque viene de donaciones ilegales que algunos empresarios han hecho a cambio de favores, adjudicaciones a dedo, aeropuertos sin aviones, trenes de alta velocidad sin pasajeros, morteradas de ayudas a la banca que tapan agujeros negros de improvisación y chapucerío financiero.
No son los sobresueldos. No es que el presidente acabe cobrando dos o tres veces más que su sueldo oficial, o varios sueldos oficiales a la vez y otros más en cajas de puros, con billetes dentro en vez de puros, que le trae periódicamente a su despacho el tesorero del partido. Es que nos saldría a cuenta quintuplicar el sueldo del presidente, todos los secretarios y ministros. Nos saldría a cuenta ser nosotros los sobornadores si en vez de adjudicar a dedo y legislar para ellos, adjudicaran por concursos justos, en proyectos que sean inversiones reales en ciencia, educación, sanidad e infraestructuras para los ciudadanos y que legislaran pensando en el bien común.
Pero es que, además, son liberales, y claro, eso del bien común les hace venir náuseas. El pueblo somos un recurso más que explotar, gente que se queja, grita y a veces molesta, pero lo importante es que trabajen mucho, eficientemente y por poco dinero. Luego ya me olvidaré de la competitividad y la productividad cuando le dé la concesión de las autopistas a esa empresa cuyo presidente es amigo mío desde el colegio y que ya me contratará con un sueldazo por ir a un par de reuniones al mes cuando deje de ser ministro.
Y todo esto lo estamos sabiendo, no porque algunos periodistas estén haciendo bien su trabajo (aunque espero que algo de eso haya), sino por envidias, rencillas y luchas de poder dentro del partido. Algo así se ha mantenido y afianzado durante décadas, no hasta que alguien se siente incómodo moralmente y canta, sino hasta que alguien que pregunta «¿qué hay de lo mío?» recibe por respuesta un «no, para ti no queda». Y al final, claro, los que están en la cárcel son los intermediarios que partían y repartían, tesoreros, contables con libretas B escritas a mano y caraduras necesarios de traje y corbata, y algunos con bigote, y que les invitan a bodas de hijas de presidentes, con muchos amigos en ambos bandos. ¿Y los sobornados? Ahí están, impunes, esquivando cañonazos desde detrás de televisores de plasma o inventando neologismos en ruedas de prensa surrealistas. ¿Y los sobornadores? Ni se les ve ni se les espera. Algunos estarán en latinoamérica buscando nuevas minas de ladrillo que explotar y nuevos gobiernos que corromper, que allí ahora son mercado emergente y España ya no tiene un puto duro y está más seca que un pistacho.
Acabe todo como acabe, ya sea que llegue Rajoy a las próximas elecciones o no (aunque al paso que va parece que no lo mueve nadie ni aunque demuestren que ha matado a un gatito y salga el video en youtube), me pregunto qué hace el partido que ha gobernado 13 de los últimos 23 años tan callado. A parte de que están hundidos y sin discurso, ¿alguien sabe cómo se llaman el contable y el tesorero del PSOE? Deben estar escondidos dentro de alguna caja fuerte de Ferraz.
Un último apunte. Pongamos que PP y PSOE lo siguen haciendo todo igual de mal en los próximos dos años y medio y no consiguen engañar al 40% del electorado que todavía les apoya (bajando desde el 80%, recordemos). Pongamos que llega IU y consigue la mayoría simple (si esto ya es difícil, lo de absoluta es imposible) de los votos. Si esto pasa, a los sobornadores sólo les quedan dos opciones: o corrompen al nuevo gobierno sin complejos como saben hacer y llevan haciendo durante décadas, y seguimos fingiendo que estamos en democracia, o se quitan de verdad la careta y montan un golpe de estado, demostrando que nunca hemos sido una democracia.
No son sobresueldos. Es el sistema.