Vi Regreso al futuro el día de Navidad de 1985. En la tarde aburrida que viene después de la sopa de galets y l’escudella i carn d’olla de la iaia, mis padres dejaron a mis hermanas con la iaia, el primo y los tíos y a mí me llevaron al cine. Me quedaba un mes para cumplir los 11 y ese año yo ya había dejado de leer los cómics de Tintín para empezar a leer libros un poco más serios. Después de ver la película de La historia interminable me leí el libro y me gustó tanto que luego me leí Momo del mismo autor Michael Ende y todavía me gustó más. Éstos no eran simples libros para niños, que también. Eran libros que hacían pensar a través de su propia fantasía y Momo me enganchó por su concepción del tiempo: ese pasado, presente y futuro que se representan a través de un péndulo que sobrevuela capullos de rosas, que se abren y se marchitan una por cada hora que uno vive. Y al final del año veo una peli sobre viajes en el tiempo. Salí del cine teniendo una animada conversación con mi padre sobre lo que representaba poder ir al pasado y cambiar tu propio futuro. Es increíble cómo dos libros y una película pueden influir de tal manera en el niño que yo era a los diez años, que siento que yo ahora no sería la misma persona si me hubiera faltado alguna de estas tres cosas.
En cualquier caso ésto no es una justificación. Regreso al futuro (e incluyo sus dos continuaciones) sería igualmente una genial serie de películas sin haberme tenido a mí como fiel y fascinado espectador. Obviando el argumento friki sobre viajes en el tiempo, son tres grandes películas de acción, especialmente la primera.
Como viene siendo común en esta tanda de películas, produce Steven Spielberg, quien apadrina al director Robert Zemeckis, alguien que sólo había hecho un par de comedias como la divertida Tras el corazón verde y que más tarde se afianzaría como uno de los hombres fuertes de Hollywood, especialmente después de ganar unos cuantos oscars con Forrest Gump (1994), y aunque es un director con altibajos, aparte de las continuaciones de la que nos ocupa también le podemos destacar ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988) y Náufrago (2000).
La peli trata sobre un estudiante de instituto (Marty McFly) que tiene como mejor amigo a un científico loco (Doc Emmet Brown) que acaba de inventar una máquina del tiempo. Marty accidentalmente viaja treinta años atrás en el tiempo y se entromete en la vida de sus padres, provocando que su madre se enamore de él en vez de su padre. Como ya la tenemos liada, el resto de la peli trata de la resolución de este fenomenal lío. No es que McFly esté interpretado por Michael J. Fox, es que Fox es McFly, igual que Christopher Lloyd es Doc. No es que no hayan hecho nada más en sus vidas (aunque a Fox le haya truncado su carrera un prematuro Parkinson) pero indudablemente son papeles que han marcado sus carreras.

Los viajes en el tiempo, aparte de ser la base de una entretenidísima película de acción, es la excusa para hacer un sentido homenaje a los años cincuenta y llenar la película de referencias a la época en que nació el rock and roll, por un lado, y por el otro meter otras tantas referencias a la peli El tiempo en sus manos (The Time Machine, 1960, de George Pal), entre otras cosas, ambas empiezan mostrando un montón de relojes marcando la misma hora. Es genial la referencia circular donde McFly toca el Johnny B. Goode de Chuck Berry y mientras tanto un tal Marvin Berry telefonea a su primo Chuck para decirle: «Escucha, éste es el sonido que estabas buscando». Como éste, la peli está plagada de guiños que ir descubriendo como un juego paralelo a su visualización y disfrute.
Las dos continuaciones, estrenadas en 1989 y 1990, respectivamente, se rodaron simultáneamente, aunque argumentalmente son algo distantes. La segunda es una complicación sobre la trama de la primera en la que además de al pasado, viajamos al futuro, un año 2015 ahora mucho más cercano de lo que hace 18 años imaginábamos poder llegar. La tercera cambia completamente de entorno al llevarnos al far west del 1885, una excusa perfecta para homenajear, esta vez, a los spaghetti westerns de Clint Eastwood y Sergio Leone. Ambas películas, además, revolucionaron las técnicas para hacer aparecer a un actor haciendo varios personajes simultáneamente en pantalla.
Esta película, definitivamente, ha dejado de ser sólo una película para convertirse en un mito cultural. Hoy, posiblemente gracias a sus múltiples pases televisivos, cualquiera identifica la fantástica partitura de Alan Silvestri, el reloj de la torre, el baile del encantamiento bajo el mar, el perro Einstein o el DeLorean, la máquina del tiempo que necesita del condensador de fluzo y 1,21 jigovatios (sic) para funcionar, exactamente la energía de un rayo de tormenta.
